Vaca Muerta ya es una realidad, el futuro es alentador y desafiante
La industria requiere un gran esfuerzo de inversión en las próximas dos décadas y el protagonismo central provendrá del sector privado; complementado con una inversión pública eficaz y racional.
Vaca Muerta ya es una realidad, y forma parte del crecimiento virtuoso de la industria del petróleo y del gas en nuestro país. El año pasado documentamos, en los Informes del IAE “General Mosconi”,
el crecimiento alentador de la producción de petróleo y en menor medida de gas natural, motorizado por la actividad en el yacimiento de Vaca Muerta en la cuenca Neuquina, y las perspectivas de recuperar niveles que nuestro país alcanzó a principios de este siglo.
En el caso del petróleo, la producción de agosto llegó a los 685 mil barriles/día, el 57% no convencional. Probablemente a fines del 2025 alcancemos la producción del 2000: 750 mil barriles/día, y el objetivo de llegar al millón de barriles/día en 2030 está a la vista. Con los precios internacionales en niveles superiores a los 70 u$s/barril, la industria del petróleo está en condiciones de seguir creciendo y generar excedentes aportando divisas sin requerir mayores incentivos para ello.
La amenaza que se presenta y está fuera del alcance de cualquier decisión de índole nacional, tiene que ver con la volatilidad de los precios internacionales, sujeto en estos últimos tiempos a la situación geopolítica en Medio Oriente y el conflicto en Ucrania.
El mercado petrolero internacional presenta una tendencia a estar cada vez más ofertado, lo que implica que los precios se orientan estructuralmente a la baja. Actualmente, en un intervalo de entre 70 y 75 u$s-barril, los precios continúan siendo atractivos, pero requiere prestar atención e incrementar la productividad en Vaca Muerta, reducir costos y mantenerse competitivo.
El caso del gas natural es diferente. Aporta más del 50% de la energía primaria que consume nuestro país y el 54% de la electricidad generada usa en primera instancia el gas natural: por lo tanto, es un insumo estratégico.
En agosto pasado la producción llegó a los 153 millones de m3/día, siendo el 67% gas no convencional producido en Vaca Muerta, uno de los mayores registros de este siglo. El potencial de seguir creciendo está latente, pero necesita mercados donde comercializar la producción e infraestructura de evacuación para habilitar la explotación masiva de los grandes recursos disponibles en Vaca Muerta, para compensar la caída vertical de la producción convencional.
Resolver los problemas del crecimiento de la producción de petróleo y de gas natural es uno de los mayores desafíos para la industria. El crecimiento de la producción de líquidos implica la obtención de cada vez mayores volúmenes de gas asociado que, como la experiencia de Estados Unidos ha demostrado, le dan una gran competitividad al gas natural, permitiendo alcanzar mercados regionales atractivos y descubrir un precio de referencia para el mercado interno, alineado con los precios de exportación.
Las grandes barreras a superar en lo inmediato son:
- a) La incertidumbre sobre la construcción de infraestructuras esenciales para el abastecimiento interno, y para los proyectos de exportación en plazos más prolongados.
- b) La visión integral del sistema, alentando una operación coordinada capaz de prever el riesgo de abastecimiento con equipo técnicos experimentados
La finalización del proyecto de reversión del gasoducto Norte es una buena noticia, eliminándola necesidad de importar gas de Bolivia, que terminó resultando muy oneroso por el desacertado manejo del contrato firmado en 2006, y permite ver con mas optimismo la posibilidad de alcanzar el mercado de Brasil en alguna de las rutas posibles (gasoducto por Paso de los Libres, o la infraestructura remanente de Bolivia).
Las noticias sobre el ambicioso proyecto de exportación de GNL no son tan buenas, tratándose de un proyecto muy grande que requiere cumplir condiciones de extrema dificultad para llevarlo a buen término. Los plazos de la transición energética comienzan a ser perentorios, y los proyectos de construcción de infraestructura prolongados ponen un interrogante a esta posibilidad.
La industria requiere un gran esfuerzo de inversión en las próximas dos décadas y el protagonismo central provendrá del sector privado; complementado con una inversión pública eficaz y racional.
El Gobierno no tiene un plan para el sector energético, y es muy probable que crea que no lo necesita. Sin embargo, la experiencia muestra que la energía es un activo estratégico que se desenvuelve en periodos prolongados y subestimar esta característica ha sido muy traumático.
Insistimos con la necesidad de contar con un Plan Energético de largo plazo y una estrategia operativa inmediata. De esta manera será más fácil enfrentar las actuales carencias y disminuir incertidumbres, habilitando futuros proyectos, y mitigando los riesgos inherentes a este sector estratégico.
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